La palabra, el decir y lo escrito.

Sólo con la dimensión de la palabra se cava el surco de la verdad en lo real. Antes de la palabra no hay ni verdadero ni falso. Con ella se introduce la verdad y también la mentira…Pues el acto mismo de la palabra que funda la dimensión de la verdad, queda siempre, por esto mismo, detrás, más allá. La palabra es por esencia ambigua.

La palabra introduce el hueco del ser en la textura de lo real; ambos se sostienen y se balancean mutuamente, son extremadamente correlativos. (Lacan, 1953)

La verdad surge de la equivocación, significa que el lenguaje solo puede concebirse como una trama, una red que se extiende sobre el conjunto de las cosas, sobre la totalidad de lo real…la verdad está fuera de los signos, en otro lugar.

El sentido y la verdad están tocados por una dimensión ambigua.

Entonces, hablar y escribir remiten a funciones distintas. En el orden de la palabra la función del Otro es fundamental. El Otro es indispensable para que esa palabra tenga efectos en el sujeto, aun operando en el silencio.

Ahora bien, hay una diferencia radical entre lo que es del orden del hablar, de lo que se dice, de la palabra y, lo que es del orden de lo escrito. Y es preciso aclarar que esto abre el juego en una doble dimensión del Otro, su orden heterogéneo.

Freud decía que la escritura es el lenguaje del ausente, es decir marca una ausencia, el que escribió ya no se encuentra allí.

La palabra implica un decir en presencia, delimitaría la presencia del que habla y el que escucha. El Otro como lugar de la palabra inaugura la posición del sujeto en el orden del lenguaje. Ese fue el inicio de la enseñanza de Lacan, el sujeto se constituye en el Otro como lugar de la palabra.

¿Hay Otro de la escritura?

Para abordar este interrogante tomaremos el escrito de Lacan La instancia de la letra…se trata de un texto que se puede leer a la luz de una temporalidad diferente si consideramos la enseñanza de Lacan antes y después de los años 70.

Si la palabra dicha se distingue de lo escrito, hay algo que se escribe, cada vez que la palabra es dicha. Ese lugar que la letra tendrá en la enseñanza de Lacan será de crucial importancia para que podamos comprender las nociones de su última enseñanza, letra, escritura, goce, cuerpo, saber hacer y sinthome, entre otros.

Me interesa hacer referencia a la importancia de la letra como operador clínico destacando que, sobre ella, a través de ella puede producirse una torsión cuyo efecto recae en la relación del sujeto con el goce. Se trata de la torsión que habilita un pivote, un giro entre la palabra y la escritura, entre el significante y la letra, entre lo simbólico, lo imaginario y lo real.

En la escritura vamos a ubicar una dimensión del decir que opera de un modo distinto de la palabra que se escucha, como si algo se escurriera entre dichos, letra, que es marca, traza, y que yace por fuera del dominio de la significación.

Podemos decir que de lo irrepresentable del objeto surge aquello que no cesa de no…

La letra puede incluso ubicarse en una dimensión de silencio, la letra es precisamente una escansión, indica el límite del significante en su función.

La propuesta es precisamente establecer una articulación entre el decir, lo dicho, la letra y la escritura. Una experiencia analítica no puede perder de vista que la letra será el soporte de escritura de lo inefable.

Real y escritura, son necesarios para la orientación de la experiencia analítica. 

¿Lo real de la experiencia o una experiencia de lo real?

Lo que esta escritura escribe no es otra cosa que el goce y el lugar donde se escribe no es otro que el cuerpo. Es por ello que la escritura pueda considerarse en lo real como resultado de la erosión del significado.

Haciendo uso a la labor de la edición, términos como transcripción, traducción y transliteración nos serán de utilidad para pensar la función de lo escrito en psicoanálisis

A partir de los años 70 para Lacan la noción de escritura adquiere un estatuto fundamental. proviene de lo real, al igual que la letra.

Interrogarnos por ella nos lleva a un recorrido que va de la inscripción al acto como escritura.

Cuando Lacan afirma que hay que distinguir lo escrito de la palabra y que la letra no es de la ¨misma calaña que el significante¨, nos advierte de una relevancia clínica fundamental: el analista opera en el orden de la lectura, y esto quiere decir que no es lo mismo leer que escuchar.

Si la letra es algo que se lee, se trata entonces, de precisar la función de la escritura en el discurso analítico.

Las implicancias clínicas que tienen estas elaboraciones establecen lo fundamental del artificio del analista, una mezcla extraña entre arte y hacer, en la medida que implica un saber hacer con el goce y allí se distingue como bastión de lo real.

Recurrir a los efectos de la escritura en un análisis supone considerar su operación respecto de la relación del sujeto con el goce.

La letra supone una temporalidad que no podemos pensar sin la ayuda de la paradoja, del orden del habiendo sido, es decir que sólo se reconoce como letra por el (de)fecto de su lectura.

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