Acerca del goce

En los años cincuenta, la noción de goce hace su aparición en los desarrollos de Lacan, asociada al concepto de deseo, más precisamente como su opuesto. Durante este período, el deseo y el placer se sitúan como una “barrera contra el goce”.

Será a partir del Seminario La Ética del Psicoanálisis, que el goce va tomando un estatuto conceptual: ¨El goce es el mal¨, afirma Lacan, y con ello valida su fundamento prohibitivo.

Más adelante, con la noción de imposible, que el goce sería comprendido como sinónimo de real, en tanto fuera de lo simbólico y de lo imaginario.

Entre los años sesenta y setenta, Lacan desarrollará el concepto de goce en relación al cuerpo: “un cuerpo es algo hecho para gozar, gozar de sí mismo (…)”

El goce es concerniente al cuerpo:

¨…lo que llamo goce en el sentido que el cuerpo es afectado, es siempre del orden de la tensión, del forzaje, del desgaste, hasta de la hazaña. Existe incontestablemente goce en un nivel donde comienza a aparecer el dolor, (…) en el nivel del dolor puede sentirse toda la dimensión del organismo que de otra forma queda velada.”

En 1971 dirá que “el goce es la relación del ser-hablante al cuerpo”. Y afirma de manera radical que ¨todo lo que afecta el cuerpo puede ser pensado como un modo de goce¨.

En este sentido, ese ¨un modo¨ hará referencia al Uno (en los términos del HayUno) respecto del goce del cuerpo propio, solitario.

Hablar de goce implica pluralizarlos, y tiene una importancia relevante establecer dicha diferenciación.

Hay un goce limitado y entramado a la lógica significante, el goce fálico. Lacan también va a referirse a un goce que denomina fantasmático, que será solidario del goce del Otro, y finalmente hará referencia a otro goce, o goce femenino, goce que no está regulado por el significante, tratándose de un goce inefable, es decir fuera de discurso e inabordable por la vía del semblante.

 “Ya les he hablado bastante de ello para que sepan que el goce es el tonel de las Danaides y que, una vez que se entra, no se sabe hasta dónde va. Se empieza con las cosquillas y se acaba en la parrilla. Esto también es goce”

Es importante destacar que el goce no es el placer y tampoco el deseo. Estos últimos, se presentan como una defensa frente al primero.

La teoría sexual freudiana plantea precisamente que la sexualidad vinculada al deseo y al placer funcionan como un límite a ese más allá en el que ubicamos al goce.

De hecho, el mismo principio del placer es regulador y hace de límite al goce.

 El placer hace referencia a la menor excitación, a la descarga que hace desaparecer la tensión.

En El Seminario El reverso del psicoanálisis Lacan plantea que el saber es medio de goce y que éste último se articula estrechamente con la verdad.

 La verdad retorna como saber y dado que este retorno la desfigura, el analista interroga todo saber en cuanto a la verdad.

Es por esto que el discurso psicoanalítico pone al saber en el lugar de la verdad, logra un saber sobre ella.

“A partir de aquí comienza el trabajo. Con el saber en tanto medio del goce se produce el trabajo que tiene un sentido, un sentido oscuro. Este sentido oscuro es el de la verdad”. (Lacan, 1975)

El goce se afirma por fuera de lo simbólico, es decir que al quedar excluido de lo simbólico queda cernido en lo real.  En este sentido, el fantasma, esa articulación simbólico-imaginaria, tiene por función constituirse como defensa ante le goce, pero esto es paradojal ya que el mismo tiempo hacia él apunta.

Al definir la función deseo del analista, Lacan se refiere a esa obtención de la ¨diferencia absoluta”. Esta función lleva al analizante al corrimiento del lugar de ideal desde donde el sujeto se ve amable, dicho de otro modo, reconduce la pulsión, separando el a del Ideal.

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