Algunas puntualizaciones sobre la Melancolía

Desde el punto de vista histórico, la psiquiatría clásica clasificó la melancolía y Freud (1895) trabajó con lo que la disciplina psiquiátrica de su tiempo le presentó, partiendo de dicha herencia.

Desde esta perspectiva psiquiátrica, la melancolía se encuadra dentro de una psicosis, oponiéndose a la manía. Se dice incluso que la melancolía es su negativo.

Otra cuestión muy presente en algunos discursos es asociar inmediatamente la melancolía con la depresión, y asociar a su descripción semiótica elementos delirantes.

Es de suma importancia clínica no aventurarnos a asociar cuadros a la manera de estandarizar semióticas, porque eso que se llama depresión no necesariamente está asociado a una ¨estructura¨ en particular la depresión, cuestión por la cual se hace necesario que en cada caso pueda pensar en el modo en que eso se presenta en la vida de un sujeto.

Al parecer los estados llamados depresivos vienen a desordenar la clínica psicoanalítica, como tantos otros a los que pretende teorizar de manera general. 

La “depresión” suele manifestarse como una mezcla de tristeza intensa, de culpa invasora, de angustia y, en algunos casos con ideas de muerte.

Pero volvamos a las sendas freudianas. Ellas nos revelan que la melancolía tuvo un carácter enigmático en el pensamiento de Freud. Para explicarla aborda la noción del duelo. A partir del modelo del duelo, Freud (1915a) separando a la melancolía.

En los primeros textos freudianos, la respuesta depresiva no se presenta como un síntoma en tanto formación del inconsciente sino como un efecto del duelo del yo. Desde 1895, Freud intuye que la melancolía consiste en una especie de duelo provocado por una pérdida de la libido descrita como una especie de “hemorragia libidinal.”. 

La noción de pérdida destaca a la melancolía, y mientras que, en el duelo, el mundo se vuelve en pobre y vacío, en la melancolía, es el yo mismo el que se vacía y empobrece.

El melancólico se comporta como si tuviera una verdadera aversión moral a su propio yo y los reproches destinados al objeto se vuelven contra el yo. En este sentido la depresión ya no es únicamente un duelo que se liga a una pérdida de libido sino a la pérdida de un objeto de amor.

Pero el neurótico también se deprime.

En la histeria, por ejemplo, la depresión puede surgir cuando el sujeto fracasa en el mantenimiento de cierta estrategia que apunta a asegurarse el deseo del Otro, de tal forma que el Otro desee y que el Otro piense en ser la causa de ese deseo.

La depresión no hay que considerarla como un síntoma y mucho menos como estructura. Se trata de una escisión del sujeto ante el deber del bien decir, es decir, de proseguir su trabajo de duelo en el orden del goce como imposible.

Por su parte Lacan le dio prioridad a la angustia separándola de los demás afectos y haciendo de ella el principal, dándole el estatuto de real que la señal de peligro marca como proximidad del Otro.

Colette Soler afirma que Lacan: “(…) hizo de la forclusión, en tanto es rechazo del Inconsciente, la causa primera de la psicosis.” “Como psicosis, la melancolía no se desencadena tanto por el encuentro de un padre, como por el de una pérdida. Esta pérdida (…) produce estragos: la mortificación del organismo sigue el vector de la muerte.”

En el seminario de La angustia, tanto la melancolía como el duelo le permiten a Lacan avanzar acerca del objeto a. Y es en el mismo seminario que profundiza la estrecha relación entre el acting out con la función del duelo y la del pasaje al acto con el fantasma de suicidio.


Las las consecuencias clínicas de los duelos detenidos en sus tiempos de elaboración comprenden además de la tristeza, la inhibición y la pérdida de la capacidad de amar también las variadas expresiones de los desajustes y extravíos del deseo.


La melancolía y el objeto a.

La función del duelo se ve dificultada en la melancolía. Como distinguía Freud en ella no se trata del objeto perdido, sino qué se ha perdido en esa pérdida y a las características típicas del duelo, en la melancolía se suma, como describía Freud, la disminución del amor y la rebaja del sentimiento de sí, cuya forma de presentación suele ser bajo autorreproches y acusaciones.


Llegando al final del seminario sobre La angustia, Lacan habla de la melancolía y del ciclo manía-melancolía y dice que a diferencia del que se cumple en el del duelo-deseo, no hay función de objeto a, sino identificación al a como desecho o resto.

Por eso es tan frecuente que en el pasaje al acto súbitamente el sujeto se arroje despedido por una ventana, como su el sujeto quedara identificado a ese aspecto mortífero de la pulsión.

El vacío desgarrador con que en ocasiones consultan algunos sujetos hace referencia a un todo vacío, un completo lleno de vacío, sin que pueda operar una mediatización significante.

La dirección se orienta a hacer operar el vacío e instale una lógica del no-todo.

No hay ser que exprese de una manera más patética el dolor de existir y el sufrimiento como el melancólico

 

En tanto en el fantasma el objeto funciona como soporte de la falta, un -φ (castración imaginaria), cuando falta la falta entonces se presenta la angustia. Estas características del objeto son las que al tiempo que en el duelo hace que el mundo quede empobrecido, en la melancolía aquello que se pierde, no sería el objeto sino su investidura misma, en términos freudianos podemos decir que lo que queda perdido es la libido misma.

Proceso de empobrecimiento libidinal que el yo atestigua en la disminución del amor propio, los autorreproches, acusaciones y hasta la espera de un castigo.

En este sentido podemos decir que hay tres premisas fundamentales en la melancolía: la pérdida de objeto, la ambivalencia afectiva (considerando que esta última es anterior a la pérdida del objeto) y la regresión de la libido al Yo.

 

La sombra el objeto cae sobre el Yo“. Se pierde el objeto, pero con él, lo importante es aquello que ha perdido el yo. En este sentido la identificación con el objeto será la clave para pensar dicha afección. Es el sujeto el que queda perdido en esa identificación.

 

¿Qué pérdida, además de dolor podría fijar de tal manera al goce?

Dijimos que el objeto a en el fantasma opera como ese punto de fijación como intento de recuperar el goce perdido. Esa es la respuesta parcial del objeto ante el goce absoluto. Y si ahora precisamos que el goce no es la satisfacción de la pulsión, sino aquello que se presenta como si lo fuera, es importante cernir de qué objeto se trata en la melancolía.

Una primera cuestión es que el objeto no puede representarse, no es significantizable y el sujeto producirá un modo de intentar recuperar el goce perdido, se trata de un goce que pueda retornar en el objeto, pero está claro que lo que marcará la diferencia es cómo se presente es objeto (fantasmático, alucinatorio, imaginario). Y una segunda cuestión será en qué posición queda el sujeto respecto de ese intento.

En la melancolía podemos decir que el objeto no termina de perderse y es por eso que el sujeto se identifica con él, de manera que se pierde la distancia entre el sujeto y el objeto, el sujeto es lo que hará de sus veces.

Es importante entonces marcar una diferencia entre el objeto y el goce, porque en la melancolía no se trata del objeto sino de la investidura, no se trata sino del goce fálico.

Podemos decir la neurosis, se trata del recubrimiento fálico del objeto a. En la melancolía, en cambio, el goce fálico está fuera de juego: un goce imperativo vuelve en el lugar en el cual el goce fálico falta,

En Televisión (1973) dice preferir el término de “tristeza” al de depresión, y define la tristeza como “una falla moral, lo que quiere decir una cobardía moral…¨

Lo que se acaba en el duelo, no se acaba en la melancolía, donde se eterniza el sufrimiento.

El sujeto melancólico se identifica con este objeto en su función de resto, de desecho. El maníaco, por el contrario, se desprende de ese lastre y queda entregado al desplazamiento sin freno en la cadena significante. Es decir que el objeto (a) deja de cumplir su función de fijación metafórica y el sujeto queda librado a la metonimia sin punto de detención.

 En el pequeño tratado de las pasiones que se encuentra en el capítulo IV de Televisión Lacan se ocupa de la tristeza, que define como rechazo del saber inconsciente. Es interesante que Lacan considere que la tristeza es la consecuencia de una incorrecta posición del sujeto, de su desubicación en relación con el inconsciente, una desconexión con el inconsciente.

En cualquiera de esas situaciones sigue siendo decisivo, desde el punto de vista clínico distinguir neurosis de psicosis para poder operar en la dirección de la cura.

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