Resumen
El presente trabajo se enmarca en un proyecto UBACYT, 2020-2021 dirigido por la Dra. Lujan Iuale titulado Cuerpo, afecto y goce en la clínica psicoanalítica, que tiene como antecedente investigaciones anteriores. Se trata de un recorrido que a su vez se desprende de mi Tesis de Maestría en Psicoanálsis titulada ¨La incidencia del pensamiento oriental acerca de la noción de vacío en la enseñanza de Lacan¨. El eje que orienta nuestro recorrido atañe a la articulación de las nociones de letra, escritura y goce femenino y la articulación de las mismas en la experiencia analítica. Las categorías de letra y goce constituyen los operadores a través de los cuales nos proponemos pensar el estatuto y función de la escritura, y el modo en que Lacan formaliza a través de la misma una vía, un saber hacer con lo real, en la medida en que la letra, hace referencia a aquello con lo que se lee y se escribe el goce, de modo que esa escritura, considerada en una dimensión poética, se presenta como acto e invención, savoir- afaire con lo real y su imposibilidad.
Clave Letra- Escritura-Goce Femenino
En el presente trabajo tiene como objetivo desarrollar algunas ideas que nos permitan ubicar la función de la escritura y el modo en que, para Lacan, ella es inherente a un quehacer con el goce, a un saber hacer, como lo llama, con ese goce que está por fuera de la lógica significante, es decir que no obedece al entramado fálico y cuyo interés nos orienta en el modo en que cada sujeto se encuentra con la singularidad que un savoir- y- faire presenta como invención.
El punto de partida de nuestro recorrido se sitúa en los desarrollos de Lacan a la altura del Seminario XX Aun, (1972-973), momento en que la equivalencia de los tres registros, su valor topológico y la función de la escritura se convierten en los operadores fundamentales, que nos permiten dar cuenta de modo en que para cada sujeto se produce ese sello distintivo en que su singularidad se presenta como invención.
Entre el hombre y el amor,
Hay la mujer.
Entre el hombre y la mujer,
Hay un mundo.
Ente el hombre y el mundo,
Hay un muro.
Antoine Tudal, en París en l´an 2000. (Lacan, 1966/1985, p. 278)
Entre el hombre y la mujer hay lo real, de allí proviene lo que del imposible sexual pueda escribirse.
La posición sexuada del sujeto se orienta en torno a la estructura del lenguaje, en la medida que “… todo gira en torno al goce fálico, de ello da fe la experiencia analítica, y precisamente porque la mujer se define con una posición que señalé como el no todo en lo que respecta al goce fálico” (Lacan, 1972-1973/2007, p. 15).
Aquí Lacan hace referencia a que ese no todo es lo que cobra importancia respecto del goce femenino. Se trata de un real, que aparece fuera del discurso y, en ese sentido “el goce fálico es el obstáculo por el cual el hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque de lo que se goza es del goce del órgano” (Lacan 1972-1973/2007, p. 15).
Por su parte Bassols (2017), afirma que:
Cuando se trata de lo femenino nos encontramos con algo que no tiene una medida común en el campo del lenguaje para ser representado por un significante… cada uno lo intenta a su manera… a través de distintas figuras… con las que se reviste lo femenino. (Bassols, 2017, p.15)
La idea de que lo femenino se reviste, ya indica que hay allí un imposible, es decir que no puede ubicarse en términos de universalidad y requiere de un movimiento que permita ubicar lo femenino en el terreno de la singularidad. Es interesante la propuesta de Lacan sobre este punto, ya que, ese movimiento va más allá del significante y es en torno a este último que se sitúa lo relacionado al discurso. De este modo afirma: “… si lo que propongo es verdadero, a saber, que la mujer no toda es, hay siempre algo en ella que escapa del discurso” (Lacan, 1972-1973/2007, p. 44).
El goce femenino, hace referencia a ese goce que se ubica fuera de la lógica del falo, en la medida que no se trata allí del goce articulado al desfiladero significante y es por esa razón que Lacan lo plantea fuera de discurso.
Lujan Iuale, en su libro Versiones del goce del Otro (2019) realiza un recorrido por los diferentes tipos de goce y sus implicancias teórico-clínicas. En el capítulo Lo Uno y lo hétero la autora desarrolla la diferencia entre el goce fálico y el goce femenino:
El goce fálico es efecto del lenguaje, es el goce del bla-bla y goce fuera de cuerpo. Designa un modo de tramitación de la intromisión del goce de lalengua y promueve un velo a la falla estructural del no hay relación sexual, aunque hace obstáculo al encuentro con el partenaire (Iuale, 2019, p. 192)
Entonces respecto del goce sexual, podemos decir que las fórmulas de la sexuación que Lacan desarrolla en el Seminario XX, constituyen, por medio de la escritura, una formalización del modo en que el ser hablante se encuentra afectado por un real, un goce Otro, que se diferencia del significante. Las fórmulas de la sexuación permiten ubicar la relación entre el sujeto y el goce sexual más allá de la ilusoria brújula fálica.
La función del falo atestigua una imposibilidad, la no relación sexual, la falta del complemento, la no correspondencia o reciprocidad proporcionada entre los seres hablantes. En la función fálica se trata de la suplencia con la que cada quien construye ilusoriamente una relación allí donde no hay más que ausencia.
“Esta ausencia… es también un modo de entender la relación sexual que no existe, que no puede inscribirse en lo real” (Bassols, 2017, p. 23).
El falo, entonces, sostiene una ortopedia, con la cual los sujetos hacen relación, fantasma mediante, construyendo un modo de velar la imposibilidad y la ausencia. ¨Así, el hablanteser tiene que arreglárselas con un goce fuera de cuerpo como es el goce fálico. De ese imposible derivan otras formas de goce: el fantasmático y el goce femenino¨ (Iuale, 2019, p.198)
A la luz del Seminario XX, Lacan va a plantear una importante relación entre la escritura y lo imposible, haciendo referencia al quehacer del análisis con respecto a lo imposible de escribir de la relación sexual y, de qué modo opera allí el discurso psicoanalítico.
…la relación sexual no puede escribirse. Todo lo que está escrito parte del hecho de que será siempre imposible de escribir como tal la relación sexual. A eso se debe que haya cierto efecto de discurso que se llama escritura. (Lacan, 1972-1973/2007, p. 46)
Lo real entonces, ubicado como aquello que no cesa de no escribirse sitúa precisamente ese más allá del sentido, esto hace referencia a la función de la letra, a partir de la cual se circunscribe ese real. Es decir que la imposibilidad que refiere a la no relación sexual, a la no proporción en cuanto a su reciprocidad, adquiere aquí todo su valor lógico a partir de la dimensión de la letra.
¨Todo parte de una tabilla en la que algo puede escribirse. Punzón en mano, el trazo se hace marca¨ (Iuale, 2019, p. 205)
Me interesa articular especialmente la función de lo escrito que Lacan propone en el Seminario XX. En la misma línea, Luján Iuale (2019) cita la frase ¨Fijar lo errante, desatar lo fijo¨ en referencia a Marosa Di Giorgio y su libro Mesa de esmeralda, con relación a la labor del poeta y su quehacer con las palabras:
¨Hacer de-consistir la fijeza con la que se presenta el goce del Otro, conmover la fijación de ciertas identificanciones, soltarse de algunos significantes a los que el ser hablante ha quedado subordinado¨ (Iuale, 2019, p. 206). En este sentido, un análisis traza un recorrido que se orienta en la producción de una torsión en torno al síntoma, en la medida en que abre un camino posible que se dirige de un hacer saber a un saber hacer.
El Otro para Lacan (1972-1973/2007) hará referencia al Otro sexo, al Otro del sexo, en la medida en que no se trata solamente de ese otro que sea el partenaire sino que esa Otredad es siempre respecto de Uno. Esto es lo que afirma Lacan cuando dice: “(…) el amor, si es verdad que está relacionado con el Uno, nunca saca nadie de sí mismo (…) el problema es cómo puede haber amor por otro” (Lacan, 1972-1973/2007, p. 61).
De lo que se trata es de cómo salir del atolladero que hace del lenguaje una suplencia, un modo fallido de hacer con lo real, es decir una suplencia de la (no) relación sexual. Para ello Lacan plantea una nueva lógica, no binaria, que tampoco responde a la lógica numérica del cero y el uno, es decir que va, precisamente, más allá de la lógica que hasta este momento reposaba en el significante.
Ya saben, por lo demás, que he usado estas funciones para tratar de representarles lo inadecuado de la relación del Uno con el Otro, y que di antes como soporte a esta a minúscula el número irracional llamado número de oro (…) Uno más a (…) Entre dos, cualesquiera sean, hay siempre el Uno y el Otro, el Uno y la a minúscula, y en ningún caso puede tomarse el Otro por un Uno. (Lacan, 1972-1973/2007, p. 63)
Este desarrollo es crucial para entender la diferencia entre el signo y el significante, soporte de la formalización de la letra, en la medida en que el Uno se separa de su significado.
Regidos por el Uno, tienen prevalencia el goce fálico y el fantasma como ordenador del abordaje del patenaire. En el campo del no-todo asistiremos a la división del goce entre el fálico y el femenino, y el abordaje del partenaire no sería el mismo. (Iuale, 2019, p. 186)
Observamos aquí, de qué modo, se ubica la alteridad respecto del goce mismo, un goce que es Otro que el goce fálico, un goce que marca la diferencia y que se distingue del significante, precisamente porque de lo que se trata es del goce como diferencia, como un punto radical de la alteridad para cada ser hablante.
Ahora bien, si hay un más allá del goce fálico, la cuestión es cómo acceder a ello, es decir, cuál es el camino que nos propone Lacan que vaya en otra dirección respecto de la lógica del sendero significante.
Para esto nos serviremos de algunas nociones que pueden orientar nuestro recorrido. Ya en Lituratierra (Lacan, 1971/2018) los términos frontera y litoral nos indican, que entre ellos hay una diferencia fundamental, mientras que la primera hace referencia a la separación de territorios que son iguales, el segundo, indica una no reciprocidad entre ellos, es decir que allí se vuelve precisa la idea de un borde que hace extranjeros ambos territorios. En ese mismo texto Lacan juega con la homofonía entre litoral y literal, ubicando de manera decisiva la función de la letra y la escritura, en tanto extraterritoriales del significante.
Es precisamente a partir de la idea de lo real como imposible y extranjero del significante, es decir, como lo que no cesa de no escribirse que Lacan categoriza de modo singular la diferencia entre lo necesario y lo imposible, mientras que lo necesario no cesa de escribirse, lo que no cesa de no escribirse es lo que articula lo necesario con lo imposible.
“El no cesa de no escribirse… es lo imposible… y con ello designo lo tocante a la relación sexual: la relación sexual no cesa de no escribirse” (Lacan, 1972-1973/2007, p. 114).
El estatuto que Lacan le da a la letra, está en relación a la cifra (cabe destacar que se trata de una cifra que no responde a la lógica binaria), es decir con la posibilidad de extraer algo de ese espacio litoral, con el que la sexualidad y lo femenino alcanzan un saber hacer con lo imposible e inefable. La imposibilidad de la relación sexual no cesa de no escribirse, es inherente a un límite de la función fálica. A partir de aquí Lacan es muy preciso en diferenciar la falta del significante, la falta en el Otro, del significante de la falta.
No hay La mujer, artículo definido para designar el universal… Con ese la simbolizo el significante del cual es indispensable marcar el puesto, que no puede dejarse vacío. Este la es un significante al que le es propio ser el único que no puede significar nada y sólo funda el estatuto de la mujer en aquello de que no toda es. (Lacan, 1972-1973/2007, p. 89)
Observamos de qué modo la noción de un goce que no pasa por saber significante pero que sea, a su vez indicado precisamente por un significante que no haga relación, un significante único que no puede significar nada, es lo que define a ese goce en relación con que “(…) la mujer tiene un goce adicional, suplementario respecto a lo que designa como goce la función fálica” (Lacan, 1972-1973/2007, p. 89). Se trata de un goce que no es del orden del saber ni del sentido, se trata de “Ese goce que se siente y del que nada se sabe…” (Lacan, 1972-1973/2007, p. 93).
De este modo, el sujeto se presenta en la discordancia entre el saber- sentido y el ser.
El sujeto del verbo (je) no es un ser, es un supuesto a lo que habla. Lo que habla, sólo tiene que ver con la soledad, sobre el punto de la relación que no puedo definir sino diciendo, como hice, que no puede escribirse. Ella, la soledad, en ruptura del saber, no sólo puede escribirse, sino que además es lo que se escribe por excelencia, pues es lo que de una ruptura del ser deja huella. (Lacan 1972-1973/2007, p. 145).
Lacan utiliza el nudo borromeo para dar cuenta de la diferencia entre el lenguaje y lalengua, entre el decir y la escritura, y define a esta última “como la huella que deja el lenguaje” (Lacan 1972-1973/2007, p. 149). Es a partir de las fórmulas de la sexuación que aquello que en ellas se escribe es del orden de la imposibilidad.
Lacan- Duras.
Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del cual quizá nada sabe ella misma, un ser que lo siente, eso sí lo sabe. Lo sabe, desde luego, cuando ocurre. No les ocurre a todas. (Lacan, 1972-1973/2007, p. 90)
En el presente apartado nos detendremos en las consideraciones que en torno a lo escrito y lo femenino Lacan reconoció admirablemente en la escritura de Duras (1994). Para ello tomaremos algunos fragmentos de su obra Escribir (Duras,1994) que permiten testimoniar en su estilo de escritura, aquello que es precisamente lo que Lacan establece como función de lo escrito, allí donde el signo se hace escritura.
“(…) Marguerite Duras revela saber sin mí lo que yo enseño (… ) Que la práctica de la letra converja con el uso del inconsciente, es lo único de lo que daré testimonio al rendirle homenaje” (Lacan, 1965/2018, p. 211).
Respecto de la relación que hemos establecido entre escritura y goce femenino, podemos decir que este último hace referencia a lo inefable, y, a diferencia del goce fálico, que encuentra su localización en el significante, el Otro goce, el femenino, no puede sino ubicarse en el territorio de lo indecible, de lo imposible de nombrar, dicho de otro modo, no es abordable por la vía de la representación.
La escritura da cuenta del acto, que se precipita e inventa, a partir del Litoral- Literal que es la letra, punto mismo en el que lo escrito no deviene del saber del sentido, sino de su punto límite, es decir que se produce como un saber hacer con lo imposible de decir.
Lo desconocido que uno lleva en sí mismo: escribir, eso es lo que se consigue. Eso o nada. Se puede hablar de un mal del escribir… Hay una locura de escribir que existe en sí misma, una locura de escribir furiosa, pero no se está loco debido a esa locura de escribir… La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir. (Duras, 1994, p.55)
A esto nos referimos cuando decimos que se trata de la escritura como invención, cuya función a nivel de la letra, destaca que lo escrito, signo de una verdad poética, deviene traza de la relación del sujeto con lo imposible.
Y hasta lo que Lacan dijo al respecto, nunca lo comprendí por completo. Lacan me dejó estupefacta. Y su frase: ¨No debe de saber que ha escrito lo que ha escrito. Porque se perdería. Y significaría la catástrofe¨. Para mí, esa frase se convirtió en una especie de identidad esencial, de un ¨derecho a decir¨ absolutamente ignorado por las mujeres. (Duras, 1994, p. 22)
La escritura se produce en el límite entre el sentido y el sin sentido, un modo singular de hacer con lo real, un acto que concluye como invención.
“Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido (…)“ (Duras, 1994, p. 30).
Momento de concluir.
Este trabajo es el resultado de una exégesis de las nociones goce, letra y escritura y el lugar que estas adquirieron en la enseñanza de Lacan a partir de los años 70, como vía poética, en la medida en que a través de ella el inconsciente deviene invención.
Un análisis traza un recorrido, una vía que conduce, no sin tropiezos, a un acto que, al modo de un juicio asertivo, producirá el advenimiento de algo que es del orden de una invención.
Un análisis se dirige a una verdad, se orienta a bordear un real que tiene que ver con el goce fuera de la órbita fálica. Ese Otro goce, verdad que se precipita en letra hace posible que un análisis devenga escritura.
De este modo la letra es lo que resulta de la erosión del sentido producido por los significantes, y es sólo a partir de una operación de vaciamiento que ello será posible.
Lo inefable deviene invención, lo íntimo y lo extranjero encuentran en el litoral una literalidad que refiera a una verdad hecha escritura.
La escritura es el medio a través del cual lo inconsciente deviene saber hacer con lo real.
Ambigüedad, sinsentido, discontinuidad y vaciamiento son los efectos a partir de los cuales un análisis se constituye como proceso de escritura en el que la verdad (como no toda), al igual que la poesía, acontece como acto, conquista e invención.
Referencias:
Bassols, M. (2017). Lo femenino entre centro y ausencia. Grama Ediciones.
Duras, M. (s.f.). Escribir. (Moix, A.M., trad., 1994). Edición Mexicana de Tusquets
Editores S.A.
Iuale, M.L. (2019) Versiones del goce del Otro. Escabel ediciones.
Lacan, J. (1985). Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis. (p. 278).
Escritos 1. Editorial Siglo XXI. (Original publicado en 1966).
Lacan, J. (2007). Seminario Libro 20. Aun. Editorial Paidós. (Original publicado en
1972-1973)
Lacan, J. (2018). Homenaje a Marguerite Duras, por el aborramiento de Loi V. Stein.
(Cap. 4). Otros Escritos. (p. 211). Editorial Paidós. (Original publicado en 1965)
Lacan, J. (2018). Lituratierra. (Cap. 1). Otros Escritos. Editorial Paidós. (Original
publicado en 1971)