Cuando Freud se ocupó de las llamadas Neurosis Actuales,
decidió llamarlas de ese modo, precisamente porque no
obedecían a un mecanismo psíquico de formación de síntomas.
Formaban parte de ese grupo las neurosis de angustia y la
neurastenia. Allí Freud situaba que el origen de la presentación
sintomática, de origen somático, se situaba en relación con la
práctica sexual frustrada, pero destacaba para ellas el sentido de
lo actual. Uno de los factores que intervenían era la alteración de
la economía sexual, en el presente de los individuos.
El hecho de que a los psicoanalistas nos interese lo actual, es
porque lo que sucede en los marcos de una época tiene una
fuerte incidencia en la presentación de los modos de
padecimiento subjetivo que llegan a nuestros consultorios.
En este momento, tan especial que se vive en la Argentina del
año 2025, es de suma importancia considerar que existe una
diferencia entre lo político y la política.
Se trata de poder diferenciar la posición del discurso
Psicoanalítico y el discurso del Amo, puesto que en el primero
puede sostenerse la fuerza para hacer frente a los embates de
los atentados que genera el segundo.
El Psicoanálisis y lo actual están anudados, enlazados, de tal
modo que eso se pone de manifiesto en el malestar que traen los
sujetos a consulta
“Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte, la
subjetividad de su época” (J. Lacan, 1953)
Lo político se dirige a lo singular, a lo más íntimo de cada quien,
se trata del caso por caso. En ese sentido, lo político para el
psicoanálisis implica la posición ética de un analista respecto del
deseo de analizar, ese deseo que causa un trabajo orientado a
los modos de anudamientos, desanudamientos y
reanudamientos entre el deseo, el goce y el amor. Eso tendrá
efectos políticos, desde luego. En la medida en que se trata de
un discurso, el psicoanálisis se sostiene en una posición ética,
esto quiere decir que va en contra de cualquier ideal.
Por su parte lo que llamamos política, se refiere al conjunto de
actividades que se relacionan con las decisiones, organización y
distribución e implementación de medidas que se orienten según
los intereses individuales y colectivos para garantizar el bien
común de la sociedad. En este sentido, la política ejerce un poder
que se relaciona con el discurso Amo, incluso allí, muchas veces
es donde se pierde la diferencia entre la política y lo partidario
(la vadera política de turno), tan relacionados con los actos de
corrupción.
Lo político, en cambio, no puede separarse de la posición de
cada individuo, respecto de las singularidades tanto ideales
como fantasmáticas.
En este sentido se hace imperiosamente necesario diferenciar el
deseo del analista respecto de la posición del Amo antes
mencionada, en la medida en que se espera de un analista que
se ubique en las antípodas del ideal y del fantasma.
Entonces ¿a qué nos referimos cuando hablamos de ¨lo actual¨?
Comencemos diciendo que el síntoma es considerado una
subversión, ante cualquier generalización, ante cualquier ¨para
todxs¨, que cualquier sistema quiera imponer. Muchas veces eso
que se enmarca como ¨lo social¨, según el uso que se haga de
ese término, corre el riesgo de anular las subjetividades, tal es el
destino de cualquier universalización. Es en ese sentido que el
síntoma es un acto de rebelión.
Un campo como el de lo social, no sólo implica interpretando,
leyendo las coordenadas subjetivas, sino que ellas hacen a una
lectura de lo singular en las instituciones, hospitales, centros de
salud, escuelas, etc., con la responsabilidad que implica la
consideración de lo comunitario frente al discurso neoliberal. Se
trata en todo caso, de la dimensión de verdad que cada caso
reviste.
El psicoanálisis no es una técnica para alcanzar el bienestar ni la
felicidad, tampoco se orienta a la adaptación de los sujetos a las
normas sociales. La fundación de la llamada escuela, ha sido para
Lacan, el modo de terminar con las jerarquizaciones y la
reproducción de saber dogmáticos establecidos, y constituirse
como un espacio para mantener vivo el interrogante sobre la
práctica del psicoanálisis. Dicha práctica se sostiene en la
resistencia ante la normalización de los sujetos, y se erige en
favor de la búsqueda de la singularidad que se pone en juego en
el sufrimiento y el goce sin estandarizarlo ni volverlo universal.
Es por esto que la intervención analítica se orienta hacia la
localización de un malestar que devenga en un espacio de
intimidad. De este movimiento dependerá que un análisis
devenga tal y pueda producir efectos en la vida de los sujetos.
Entonces lo actual tiene una dimensión de actualización, no sólo
sitúa un marco temporal, sino que la orientación de la cura es
precisamente establecer una actualización del conflicto.
Podemos pensar en la incidencia que tiene en esta época la
perentoriedad en la satisfacción que se pretende obtener a partir
de un imperativo de consumo. beneficios de pertenencia (para
quienes pueden), adquisiciones interminables, bajo la promesa
de la felicidad garantizada que el multiverso y la inteligencia
artificial gracias al algoritmo ofrece. Pero no nos olvidemos del
hambre, de la falta de derechos, de la falta de equidad, de la
denostación de las minorías y de los que menos tienen. No nos
olvidemos de los derechos a la salud, a la educación, a la libre
expresión, ejercicio y práctica de la vida amorosa, de las
identidades de género y los derechos sobre los cuerpos.
Vivimos en un mundo que promete, felicidad y libertad mientras
implementa políticas opresivas, sosteniendo narcisismos,
individualidades y segregaciones que siguen atentando contra las
minorías, provocando un imperio de la fantasía por sobre la
cruda la realidad.
Una tiranía, que hace trampa, nos deja en una encerrona ante la
esclavitud de la mirada letal de los otros que lejos de constituirse
como prójimo, se impone ajeno, desconocido y destructivo.
No renunciar y estar a la altura de la subjetividad de la época,
implica no renegar de las implicancias económicas, sociales,
ambientales, de la salud pública y la educación. Eso hace a
nuestras razones éticas. Razones que se soportan en un vacío
que encausa la relación entre la realidad psíquica y lo actual. Lo
actual deja una impronta en las subjetividades y en los lazos
sociales.
¿Puede el psicoanálisis no retroceder ante la angustia y los
fenómenos sintomáticos que resultan de políticas de dominio y
segregativas, al tiempo de no confundir la política con lo
político? Un modo posible es entramar el malestar con sus
enigmas, hacer lugar a la pregunta, propiciando la apertura a la
singularidad y la verdad como modo de agujerear y desconsistir
cualquier saber opresivo, en un tiempo que no es otro que el de
la atemporalidad del inconsciente, pero no por eso desconoce la
inmediatez que lo social impera, sin olvidar que no se trata de
una verdad para todos, pero tampoco desentramada de otros.
El horizonte de la subjetividad de nuestra época no es sino uno
de los elementos en el cual se enmarca la práctica del
psicoanálisis que soporta el derecho de un sujeto a un goce no
perpetuo, entendido que éste no se define por su utilidad social,
sino por preservar la función del deseo. En esto radica la ética en
nuestro quehacer como analistas. Y es en este sentido que lo
político y lo actual son términos que se orientan en la dirección
contraria a sus usos comunes, mucho menos a los fines
adaptativos, y en cambio sí, interrogar los discursos Amo y los
efectos subjetivos.
Un hacer que tenga como horizonte una vía por la cual las
certezas de la angustia, los temores, la opresión y las soledades
que se soportan en el fantasma, abran paso a una incertidumbre
desamarrada de los peligros y amenazas que el sin sentido
imponen.