Una interpretación orientada por el equívoco, por la homofonía produce una pérdida en el orden del sentido y algo allí adviene como suplementario en ese decir.
Al plantear que no hay relación sexual en el serhablante, la relación se establece a partir de lo escrito, de trazas, de marcas, de signos. Eso que no es el significante, sino que pertenece a un tiempo lógicamente anterior.
Este es un punto crucial para pensar de qué se trata la inscripción, puesto que se trata de la inscripción del goce en el cuerpo, su dimensión, su dichomansión.
El goce, escurre su letra de la palabra y en ese sentido es letra a descifrar.
El trabajo analítico consiste en el nivel de la interpretación, un des-ciframiento de un goce enigmático. Se trata de un trabajo de producción de escritura.
Goce e interpretación.
Tiempos en un análisis.
Se trata de una verdad descansa en el tropiezo de cada transcripción, y se escurre, se desvanece, secreta y transpira del dicho.
La palabra atiborra el rasgo y el equívoco altera el tiempo produciendo el sello de la singularidad.
El tropiezo, el equívoco, esa falta de revestimiento, ¿es del orden de la cifra?
El equívoco (aún como falla en la copia) siempre aguarda en el rincón que atesora la originalidad.
Entre la letra y el indicio, en ese vacío hay encuentro, allí, tal vez… nace (original) una escritura. Su instrumento es el equívoco: permite la emergencia de sentidos latentes producidos por el lenguaje más allá de las significaciones, y alcanzar así al goce que se desliza.
Lacan va a señalar algunas modalidades: la homofonía, la gramática y los equívocos.
La homofonía, de la que depende la ortografía. Aquí intervienen la metáfora y la metonimia, y el analista debe usar la retórica para emplearlas en el momento adecuado. La gramática fija un número de significaciones y la lógica atraviesa esa consistencia aparente dada por el lenguaje y muestra su punto de incompletitud.
Esta vertiente de la interpretación trata de deshacer el efecto de cifrado producido que el inconsciente produce y que conduciría a un análisis infinito e interminable.
El punto de detención se encuentra en el lado significante como en el del objeto de goce. A eso se le añade el goce en la producción de sentido.
No es el dicho, no es lo que se oye (escucha), se trata del entre aquello que se escucha y lo que se lee.
Lo escrito en psicoanálisis conduce al concepto de goce. La escritura un saber hacer.
El psicoanálisis plantea que el goce es cifra a descifrar y nos propone el camino de la interpretación. Trabajo de lectura sobre lo escrito, sobre lo inscripto.
Dit-mension: Grafía neológica del término dimensión.
Neologismo que acentúa el lugar, el sitio del dicho, haciendo resonar su homófona mentira y con ella su contrapartida verdad.
La mansión es el Otro en la medida en que el inconsciente es un saber que se articula con significantes.
Pero el dicho no puede ser separado del decir: «Que se dice permanece olvidado tras lo que se dice en lo que se oye» (Lacan, 1972).
Bien sabemos que el sujeto no es dueño del decir, es el efecto del dicho, y acontece en un empalme, anterioridad lógica respecto de la hiancia, entre lo simbólico, lo imaginario y lo real.
El sujeto desconoce la causa de su decir, perdiéndose en el circuito infernal de la demanda. Es por esto que la interpretación sólo puede consistir en apuntar a la causa del deseo, origen del decir.
La experiencia analítica implica una dit-mension de la verdad que, al decir de Lacan, ¨caza al error por el cuello de la equivocación”, en cuya dirección toca algo de lo real.
La morada del sujeto soporta su semilla en el dicho hasta escurrirse letra. Esta última, es un pellizco resonante que a-guarda su escritura.