Vacío e ignorancia. Una aproximación entre Lacan y el Pensamiento Chino.

Comenzaremos este trabajo partiendo de la definición etimológica del término pasión, del latín, patior, que significa sufrir, padecer, es decir; un estado de perturbación pasiva, pero al mismo tiempo hace referencia a un apetito concupiscible o interés vehemente hacia algo.

La ignorancia no es contraria al saber, sino que está íntimamente articulada con este último en dos vertientes: por un lado, en su causa ligada a la verdad, pero por otro, como su producto, es decir, como un saber que se produce en el sentido de un vaciado.

Vacío e Ignorancia. Una cita entre Lacan y el pensamiento oriental.

 

Vacío e ignorancia

El concepto de “ignorancia” es muy importante para Lacan, porque abre en el análisis la posibilidad de que el paciente se comprometa en la búsqueda de la verdad. Para que esto se lleve a cabo, el autor sitúa la ignorancia no sólo del lado del analizante, sino también del analista. De esta manera, señala:

Cuando el sujeto se compromete en la búsqueda de la verdad como tal es porque se sitúa en la dimensión de la ignorancia; poco importa que lo sepa o no. Es éste uno de esos elementos que los analistas llaman ‘readness to de transference’, disposición a la transferencia. Existe en el paciente disposición a la transferencia por el solo hecho de colocarse en la posición de confesarse en la palabra, y buscar su verdad hasta su extremo, en el extremo que está ahí, en el analista.” (Lacan, 1953-1954/1981, p. 404)

El maestro Zen procede de igual modo. Se sostiene en la ignorancia.

El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada. Así procede, en la técnica Zen, el maestro budista en la búsqueda del sentido. A los alumnos les toca encontrar la respuesta a sus propias preguntas. El maestro no enseña ex cathedra una ciencia ya construida, da la respuesta cuando los alumnos están a punto de encontrarla.

      Esta enseñanza es un rechazo a todo sistema. Descubre un    pensamiento en movimiento. (Lacan, 1953-1954/1981, p.11)

 

Así da comienzo Lacan (1953-1954/1981) a la apertura de su Seminario acerca de los escritos técnicos de Freud. Cabe destacar que en este momento de su enseñanza Lacan propone un retorno a Freud, considerando las desviaciones del llamado psicoanálisis posfreudiano. La crítica fundamental se centra en el desvío que el psicoanálisis después de Freud ha producido en torno a lo principal de un análisis, esto es, establecer la diferencia radical entre el sujeto y el yo:

¨Función de desconocimiento; esto es el yo en el análisis, como lo es también, por otra parte, en una gran tradición filosófica¨ (Lacan, 1953-1954/ 1981, p.104).

Al formular la construcción de lo que llamamos realidad, continúa diciendo:

Pero como ella es, ante todo, movimiento de ida y vuelta, no se trata más que de una simbolización anticipada, inmovilizada, y de una y sola identificación primaria que tiene nombre: lo vacío, lo negro. Precisamente, lo que es humano en la estructura propia del sujeto es esa hiancia y es ella la que en él responde. (Lacan, 1953-1954/1981, p. 114)

Es un momento en que su enseñanza se centra en la reconsideración del saber, como saber del inconsciente. Es decir que en el intento de retorno a Freud destaca el valor del saber inconsciente, ese saber no sabido que marca una diferencia fundamental con el dominio del yo imaginario.

¿Qué es la ignorancia? Ciertamente se trata de una noción dialéctica, pues sólo se constituye como tal en la perspectiva de la verdad. Si el sujeto no se sitúa en referencia a la verdad, no hay entonces ignorancia. Si el sujeto no comienza a interrogarse acerca de lo que es y de lo que no es, entonces no hay razón alguna para que haya algo verdadero y algo falso, y ni siquiera para que, más allá, haya realidad y apariencia. (Lacan 1953-1954/1981, p. 249)

Aquí Lacan delimita claramente el escenario en que se lleva a cabo la cura analítica, en la medida en que esta no alude en absoluto al yo. Este último, lugarteniente del desconocimiento se diferencia claramente del sujeto, en la medida en que éste se ubica en relación a la búsqueda de la verdad.

¨La verdad está fuera de los signos, en otro lugar. Esta báscula de la dialéctica agustiniana nos orienta hacia el reconocimiento del magister auténtico, el maestro interior de la verdad¨ (Lacan, 1953-1954/1981, p. 381).

 

 

 

La lógica del significante y la estructura del lenguaje atestiguan una lógica que supone el lugar del vacío en la producción de significación. Desde los primeros desarrollos de Lacan (1953-1954/1981), está fundamentada la falta en términos de incompletud, de falta en ser.

¨… pienso donde no soy, luego soy donde no pienso…no soy, allí donde soy el juguete de mi pensamiento; pienso en lo que soy, allí donde no pienso pensar¨ (Lacan, 1957/1985, p. 498).

La ignorancia no puede sino ubicarse entonces, en la dimensión de una verdad y para Lacan (1957/1985) no se ubica sino en la relación de la palabra con el inconsciente, de modo que cualquier intervención del yo, no hace más que entorpecer el encuentro con la determinación inconsciente. De igual modo procede el maestro zen en el tiro con arco:

El enfrentamiento consiste en que el arquero apunta a sí mismo –y sin embargo no a sí mismo- y que entonces tal vez haga blanco en sí mismo- y sin embargo no en sí mismo-, de modo que será a un tiempo el que asesta y el que es asestado, el que acierta y el que es acertado. (Herrigel, 1968/2007, p. 18)

 

Cada vez que Lacan hace referencia al saber, lo hace para determinar su agujero, su imposibilidad y la dimensión de engaño que este supone. La conceptualización del sujeto como sujeto del inconsciente supone ya su barradura, portando la marca del no todo, delimitando en el campo del saber un límite con la imposibilidad.

De la relación del saber con la verdad, toma la verdad lo que se produce como significantes amo en el discurso analítico, y está claro que la ambivalencia del enseñante al enseñado reside allí donde por nuestro acto le abrimos al sujeto el camino al invitarlo a asociar libremente (lo que quiere decir: que los haga amos) a los significantes de su travesía”. (Lacan, 1970/2018, p. 322)

La verdad no se presenta sino como límite del saber, pero para dar con ello es necesario que el saber se produzca, en la medida en que la posición de un analista, cercana al procedimiento del Zen, no se sostiene en el vector enseñanza- saber, sino que interroga en el vector que traza la relación del saber con la verdad.

Es por eso que medeor sería el término adecuado para autorizarse en él, si no pudiéramos designar nada como medio más que la voz con la que opera, por solamente confesar la falla irremediable por el hecho de que el psicoanalizante no esté a la altura de lo que de él cae de psicoanalizado.

La verdad puede no convencer, el saber pasa en acto”. (Lacan, 1970/2018, p. 325)

El vacío tiene una función estructurante. Es decir que, en la relación con el Otro, la constitución subjetiva se produce dejando un agujero, un vacío que Lacan (1962-1963/2006) denomina objeto a y en torno a él formula que ¨se trata de un desecho que designa lo único que es importante, o sea, el lugar de un vacío¨ (Lacan, 1962-1963/2006, p. 80). El vacío tiene entonces una función estructurante en la medida en que inaugura el acto subjetivo, fundador de una pérdida que lo deja como efecto de la pasión significante. Es decir que la fundación subjetiva se produce en la entrada al campo del Otro, testigo de la cual, el objeto perdido opera como marca de un vacío en el mismo orden inaugural.

A partir de ese acto fundacional, la pérdida del objeto dejará una marca para el sujeto produciendo de ese modo, una falta irreductible en la dimensión del ser.

Los desarrollos en torno a la angustia han sido formulados por Lacan (1962-1963/2006) a partir de la función de la falta. La relación con el Otro irá a parar, tarde o temprano, al límite con esa cuestión, a saber: con aquello que surge en el lugar donde habita la falta del significante, es decir un vacío radical.

En este sentido la falta es la operación constitutiva del sujeto que deja un vacío en el sentido de una ausencia que ni el símbolo ni ningún objeto (parcial) logrará colmar. En la enseñanza de Lacan, el vacío, el agujero, la falta, han constituido el lugar fecundo de la intervención analítica. El Otro, el sentido y el saber, encuentran un límite relacionado con un punto donde la verdad no puede ser sino a medias.

 

De las tres pasiones, la ignorancia es la única que se ubica en el eje del saber, pues las otras dos, el amor y el odio, están en el registro del sentimiento. La ignorancia es el estado de un sujeto que no sabe lo que demanda, y en ese sentido tiene un núcleo de indecible. No obstante, podemos plantear dos vertientes de la pasión de la ignorancia. Una por la cual es sinónimo de ausencia de deseo de saber, un no querer saber nada. Es la ignorancia emparentada con la pereza y la cobardía del neurótico.

se trata de la ignorancia docta que se sitúa en la juntura entre el saber y el no saber. Pero en tanto reacia a la pereza, se sostiene en el deseo de saber y si bien no lo descuida, no olvida que en su núcleo hay un punto de imposible, un lugar de reserva respecto de lo no sabido que da su matiz a la interpretación justa.

 

Es la ignorancia docta de alguien que sabe pero voluntariamente ignora hasta cierto punto su saber para dar lugar a lo nuevo que va a ocurrir. Y en este sentido ya es operativo.

Es necesario que la docta ignorancia del analista esté acompañada por un cuestionamiento del ideal. Lacan es fiel a Freud cuando afirma que el analista debe preservar en el analizante la dimensión imaginaria de su no-dominio, de su necesaria imperfección, tan necesario como la consolidación voluntaria de la ignorancia “siempre nueva para que ninguno sea un caso”..   

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